epígrafe

Jesús es la respuesta
siempre y cuando
la pregunta no sea
cuál es el peso atómico del cadmio.

–Ángel Ortuño.

29 de diciembre de 2009

Despertar 17





Z despierta y se pone su único traje para una entrevista de trabajo.
Le cuesta quitarle el polvo a los zapatos.
Los pantalones le llegan a la mitad de los tobillos; el saco tiene marcas brillantes a la altura de los codos. A la camisa le falta un botón.
No hay corbata.
Z pierde la mitad de la confianza que tiene en si mismo. No ayuda a la autoestima sentir que se va vestido como Bart Simpson cuando lo obligan a ir a la iglesia.
Z se da cuenta de que jamás lo van a contratar vestido así.
De todas formas toma un taxi, espera en una sala durante treinta y ocho minutos, acepta café de una recepcionista, responde preguntas absurdas en una oficina con calendario de Paulo Cohelo y todo ello poniendo su mejor cara de ‘soy el hombre para el puesto’.
Se va a casa con la promesa de una llamada que él sabe, no tendrá lugar.
Ya con pantalón de mezclilla y tenis, Z piensa que tiene que incluir un traje en su lista de prioridades: setecientos treinta y cuatro puestos abajo de cigarros, pero dos arriba de ganchitos para el cortinero.

28 de diciembre de 2009

Despertar 16




Z despierta y enciende la computadora, necesita enviarle un archivo a su jefe.
Mientras lo busca, encuentra una carpeta con nueve fotografías de desnudos que él mismo le hizo a su ex novia con un celular. Z ya no las recordaba.
Las ve una tras otra, varias veces. Piensa que la chica y él no hacían mala pareja, trata de recordar su número de memoria. No lo consigue. Después trata de recordar si lo tiene apuntado en algún lugar. Busca página por página en 13 libretas viejas, en todos los papelitos de todos los cajones de todos los muebles. Para Z esto se ha vuelto una cuestión personal.
La busca en Facebook, en Hi5, en Google. Nada. Vuelve a mirar las fotos.
Ahora Z está convencido de que esta mujer era el amor de su vida y la dejó escapar. En eso está cuando suena el teléfono. Es su jefe, pregunta a gritos por qué no ha mandado el puto archivo.

27 de diciembre de 2009

Despertar 15 (Especial de navidad)





Z despierta en medio de una carretera, una desconocida duerme recargada en su hombro.
En las pantallas del autobús pasan Madagascar; Z mira a uno de los leones mover la boca mientras en sus audífonos suena Seven nation army.
Le gusta la sensación de vaguedad que produce viajar sin ver el camino. Z sólo intuye el sol al otro lado de la cortina, se siente como si flotara boca arriba con los ojos cerrados. Piensa que cada minuto se aleja más y más de todo, sin rumbo, sólo se va lejos. Fantasea como otras veces en irse a otro lado y empezar de cero, después piensa en perfiles de Facebook, en números de celular con descuento por antigüedad, en cuentas de correo electrónico de más de diez años y se da cuenta de que es imposible.
La desconocida despierta, mira a Z durante un momento, murmura una disculpa y se endereza en el asiento. Tras la cortina, las torres de alta tensión se suceden interminablemente.

23 de diciembre de 2009

Despertar 14



Z despierta y percibe un penetrante olor a lubricante vaginal. Su primer pensamiento es mandar lavar las sábanas lo antes posible.
El olor permanece bajo su nariz mientras calienta el agua para el café, sigue ahí mientras prepara sus cosas para el trabajo, no deja de olerlo un minuto.
Huele las almohadas, el olor está ahí, también en el interior del refrigerador, se combina con el aroma que despide el tazón de cereal del desayuno; sigue oliéndolo mientras abre las llaves de la regadera.
Cuando se mira al espejo, se da cuenta. Se lleva una mano al bigote y lo encuentra tieso. Se enjuaga con agua del lavabo y el olor se vuelve más penetrante, insoportable.
Mientras se seca, vuelve a percibir el olor combinado con jabón.
Z lleva más de dos meses dejándose crecer la barba y se niega a tirar al caño tanto tiempo de espera por cinco minutos de sexo oral. Se frota el bigote con alcohol de 96 y nada.
Decide tomar medidas desesperadas; cierra los ojos y se atomiza medio frasco de desodorante AXE en la cara. Cuando trata de abrirlos de nuevo, tiene las pestañas pegadas.
El olor sigue ahí.

22 de diciembre de 2009

Despertar 13




Z despierta con la cara llena de marcas de teclas. Se durmió durante 4 minutos mientras escribía el slogan de un producto que nadie debería comprar.
Es la una de la mañana, la oficina está desierta. Z decide que el mundo puede vivir un día más sin otro anuncio de televisión satelital y decide irse a casa.
Se toca el cachete lleno de cuadros y piensa en la leyenda urbana de aquel tipo que se murió frente a la computadora después de varios días ininterrumpidos de jugar Call of duty. Z guarda sus cosas.
Mientras camina hacia el elevador imagina que un día morirá sobre el teclado y su último mensaje para el mundo habrá sido bpviokkñ'.

Despertar 12





Z despierta y ve a una mujer desnuda sentada sobre él, moviendo las caderas y mirándolo con odio. –¿Te quedaste dormido? –Z sabe que está en problemas, sabe que tiene que sonar convincente –Claro que no, estoy tratando de concentrarme para no venirme.
Los movimientos de la mujer se van volviendo más lentos y la indignación que disparan sus ojos se vuelve casi palpable.
Z hace un inventario mental de todos los objetos punzo-cortantes que hay en la habitación y trata de recordar si alguno está al alcance de la mujer. Trata de atraerla hacia si para besarla, pero ella pone el cuello rígido. Los movimientos de su cadera se han detenido por completo.
Mientras la chica se viste y se va azotando la puerta, Z piensa en hacer un grupo para Facebook, hasta imagina la invitación: “Dormir durante el sexo. 24 de tus amigos son fans. Hazte fan.”

21 de diciembre de 2009

Despertar 11





Z despierta sentado en la mesa de un bar. Se quedó dormido durante 27 minutos. Su trago aún está frente a él y sus amigos siguen sentados en los mismos lugares.
Sale a fumar un cigarro. En la entrada del bar hay dos mujeres francamente borrachas. Cuando ven a Z aparecer en la puerta ríen a carcajadas. –¡Ya despertó!
Z sonríe incomodo, las dos mujeres insisten en tomarse una fotografía con él.
–Nos tomamos media botella viéndote dormir.
Z siente el impulso de arrepentirse por haberse quedado dormido, pero inmediatamente decide arrepentirse por haberse despertado.

18 de diciembre de 2009

Despertar 10





Z despierta e intenta encender un cigarro con el encendedor Zippo que le regalaron de navidad.
Los encendedores Zippo son famosos por encender a la primera, no apagarse con el viento y ser el artículo más usado por el ejercito gringo durante la segunda guerra mundial y durante la guerra de Vietnam.
El de Z no enciende. Z se siente estafado, lo acciona varias veces y nada. Se levanta de la cama a regañadientes y prende su cigarro en la estufa.
Hace demasiado frío. Mira su cama, las sábanas se adivinan tibias. Sabe que aunque vuelva a acostarse no podrá estar tan cómodo como antes. Deja el Zippo sobre la mesa de la cocina. Piensa que si estuviera en la guerra, hubiera tenido que salir de la trinchera a pedirle lumbre al enemigo.

17 de diciembre de 2009

Despertar 9





Z despierta con fiebre, el cuarto se tambalea a su alrededor. Camina hacia la regadera calculando cada pasó porque sabe que el suelo puede moverse de lugar.
Recuerda los baños de agua helada que su madre usaba para bajarles la fiebre a él y a su hermano y un escalofrío–mitad por la fiebre y mitad por el miedo–lo obliga a detenerse; recuerda las alucinaciones.
Se recarga en la pared y respira hondo. Cierra los ojos y se agacha, escucha el sonido de agua al derramarse, percibe un olor agrio.
Cuando vuelve e abrirlos, no sabe cómo fue que llegó a estar parado sobre un charco de vomito. Se mueve lentamente hacia una silla, se sienta y apoya la cabeza en el respaldo.
En el techo, se abren grietas que van extendiéndose hacia las paredes. Z cierra los ojos de nuevo, se talla los parpados con los puños, espera que cuando vuelva a abrirlos, las grietas hayan desaparecido.

15 de diciembre de 2009

Despertar 8







Z despierta con la fuerte sensación de haber soñado con su padre, el señor Z.
Esto porque el día anterior, como regalo de navidad, Z recibió una botella cara.
En su pequeño universo esto es una catástrofe, porque a su juicio, sólo los señores reciben como regalo de navidad botellas caras, la gente como él recibe playeras de Nirvana, discos de Radiohead en el festival de Reading, calcomanías con la leyenda “¿Estás drogado o eres estúpido?”
No sabe que hacer con la botella cara, porque de momento no tiene pensado bebérsela, y almacenarla es algo que de hecho hacen los señores.
Z se imagina comprando un mueble especial para las botellas, un mueble que en determinado momento empezará a llamar “la cava”, y a partir de ahí, los regalos que reciba de navidad y cumpleaños, serán botellas caras y corbatas.
Se rehúsa. Decide regalarle la botella cara a su padre.
Mientras lo piensa suena el teléfono, llaman de la escuela de su hija, piden hablar con el señor Z.

Despertar 7





Z no despierta, sueña con una escuela de pasillos largos en la que nunca ha estado pero que en el sueño es su escuela.
La maestra lo castiga sin recreo por llevar unos chacos en la mochila.
Lo siguiente en el sueño es la cárcel, Z mató a dos de sus compañeros. Él no lo recuerda, se defiende alegando que el tiroteo en Columbine todavía no ha ocurrido.
Llora en la dirección porque sabe que sus padres lo castigarán, en el sueño Z tiene ocho años.
Afuera, Z tiene 27 y ya va media hora tarde para el trabajo. Su despertador está en el piso a unos metros de la cama, hecho pedazos. Él mismo lo estrelló contra la pared la primera vez que sonó.
Cuando despierte dentro de dos horas, no logrará recordarlo.

14 de diciembre de 2009

Despertar 6






Z despierta y no abre los ojos. A su lado intuye una respiración. Siente unos labios que se posan en su frente, siente como el cuerpo que descansa junto al suyo se levanta. Escucha agua correr en el fregadero y la cafetera eléctrica al encenderse.
Escucha platos y cubiertos, abrir de puertas de refrigerador y alacena, una cortina al ser descorrida.
La visión bajo sus párpados pasa de negro a rojo.
El olor a comida llega hasta su cuerpo inmóvil en la cama. Piensa en las caricaturas que veía de niño, donde los aromas tomaban forma de manos de mujer que seducían a los personajes y los llevaban flotando hacia una trampa
Z sabe que al abrir los ojos, verá a una mujer preparando el desayuno, vestida únicamente con la playera de Metallica que él traía puesta la noche anterior.
No se siente con fuerzas para enfrentar esa escena e intenta volver a dormir.

12 de diciembre de 2009

Despertar 5





Z despierta en un camión, se asoma por la ventana y trata de reconocer las calles. Son las nueve cincuenta y seis. Espera un par de cuadras para levantarse del asiento, no quiere que nadie se de cuenta de que se pasó. Avanza entre las hileras de asientos con cara de pócar.
En la calle espera a que el pesero se aleje para caminar en dirección contraria, repasa la excusa que le dará a su jefe por el retardo, experimenta cierta satisfacción con la idea de que lo regresen sin sueldo por impuntual.
Desde donde está, el edificio en que trabaja se ve muy pequeño. Casi inofensivo.

11 de diciembre de 2009

Despertar 4





Z despierta con la sensación de tener un bloque de plomo en el estómago, mira el suelo y recuerda esa viñeta de Mafalda en que ésta se detiene un momento a la orilla de la cama para reunir valor y bajar al mundo.
Z mira un cielo que promete lluvia desde la ventana. No logra reunir suficiente valor. Piensa en una frase que leyó en un comic: Batman visita al Joker en el asilo Arkham. En la celda, ambos juegan cartas. Joker habla sobre su vida antes de convertirse en un súper villano, habla de su esposa muerta, de su empleo como velador nocturno en una fábrica de químicos, de su empleo como payaso en fiestas infantiles.
Cuando Batman se levanta de la mesa, el Joker dice: “…y al final, lo único que hace falta para romper a un hombre es un mal día”.
Z piensa que todo lo que piensa tiene que ver con comics, detiene el pie antes de tocar el suelo.

10 de diciembre de 2009

Despertar 3





Z despierta con el sonido de una explosión, varios disparos. Voltea para todas partes, no entiende que sucede. Tarda dieciséis segundos en darse cuenta de que se quedó dormido con la televisión encendida. Z arrastra su esqueleto hasta el baño, orina durante un bloque de comerciales completo. Abre las llaves de la regadera.
Mientras se enjabona, piensa en faltar al trabajo, en quedarse en casa y leer un libro, en no llevar a su hija a la escuela e irse a desayunar los dos.
Emocionado por la idea, Z sale envuelto en una toalla. Se viste, se sienta en la cama a esperar a que clareé.
El reloj en la mesa de noche marca las 3 am con números verdes.

8 de diciembre de 2009

Despertar 2




Z despierta como si emergiera del agua, se queda sentado en la orilla de la cama y enciende un cigarro que le deja en la boca un sabor a trapo.
Piensa en animales que se aparean; en como las hembras siempre quedan debajo del macho, recuerda una historia que leyó hace años en una novela de vampiros: Lilith (la primera mujer de Adán) insiste en estar arriba durante el sexo. Dios argumenta que ella no fue creada igual que Adán y que por ende no puede estar a su nivel y acto seguido la expulsa del paraíso.
Mientras enciende la cafetera, Z–que abandonó la religión hace media vida–concluye que coger de perrito es una manera de volver a dios.

Despertar 1




Z despierta escuchando Fight test de los Flaming Lips y piensa en imágenes filmadas en súper 8, piensa que todas las cosas que valen la pena deben tener esa textura.
Abre las llaves del lavabo y se moja la cara; en el piso de abajo se escucha el ruido de una fiesta que no ha terminado en dos días. A Z, los lugares donde la gente bebe y baila le parecen hostiles.

Durante la tarde, se sienta en un parabús y lee un libro en el que los personajes toman un avión desde Chicago, llegan a la Ciudad de México y cenan en un restaurante que Z puede ver en la banqueta de enfrente. Se siente emocionado, siente ingenuamente que ahora él también sale en el libro.
Esa noche sueña con un hombre de setenta años vestido como repartidor de Domino’s Pizza, con un hombre que le enciende el cigarro a una mujer con una antorcha.